A medida que se acercan los Juegos Olímpicos en Beijing y más allá del boicot diplomático liderado por los Estados Unidos y seguido por Australia y Reino Unido que al menos ha generado que la gente se pregunte por qué, existen crímenes cometidos por el régimen comunista chino cuya perversidad estremece el alma que han sido ignorados por los medios pero que son una razón más que suficiente para generar una condena mundial sobre el PCCh.
La frase “los Juegos Olímpicos y los crímenes contra la humanidad no pueden coexistir en China” tiene un mensaje para las empresas que patrocinan el evento, Intel, Omega, Panasonic, Samsung, P&G, Toyota, Visa, Airbnb, Atos, Bridgestone, Coca-Cola, Allianz, y especialmente para el Comité Olímpico Internacional, que reiteradamente se ha quitado la responsabilidad de mencionar los abusos del PCCh contra millones de inocentes en China, alegando que no tiene autoridad para hacerlo:
Mientras el régimen comunista chino gobierne China, seguirá cometiendo crímenes contra la humanidad en China, y todos los que ayudaron con dinero, con publicidad o de otra forma a sostener y validar su régimen, habrán contribuido consciente o inconscientemente a darle vida al PCCh para que siga cometiendo sus maldades.
En otras palabras, habrán sido parte de esta historia, más allá de los argumentos que hoy presentan para justificar sus acciones o silencio ante los abusos.
Bles.com publicará desde ahora y hasta los inicios de los Juegos, un resumen de la serie ‘Evidencia férrea e irrefutable’ de que el Partido Comunista Chino está sustrayendo órganos de personas vivas para vender en trasplantes y hacer dinero, una publicación de la Organización Mundial para Investigar la Persecución a Falun Gong (WOIPFG por sus siglas en inglés) que grabó los testimonios de policías y exfuncionarios que fueron testigos oculares de estos horrendos crímenes.
WOIPFG también habló con directores y cirujanos de estos hospitales donde ellos admiten usar a practicantes de Falun Gong como “fuente” de órganos para los trasplantes.
Todos los practicantes de Falun Gong están arrestados por su fe, no por haber cometido un crimen y sus sentencias no tienen ninguna base legal, sino que responden a la agenda de persecución del PCCh
Un policía describe el momento en que una mujer es abierta mientras aún está viva
El 12 de diciembre de 2009, un policía de la ciudad de Jinzhou, provincia de Liaoning, que había prestado servicio como guardia en un lugar donde se le sustrajeron los órganos a una practicante de Falun Gong viva, llamó a la WOIPFG para relatar lo que había presenciado, exponiendo los espantosos detalles de este trágico y horrendo crimen.
El 9 de abril de 2002, en un quirófano de la 15ª planta del Hospital General de la Región Militar de Shenyang, este guardia observó a dos médicos militares (el número de identificación militar de uno de los médicos es 0106069) extrayendo el corazón, el hígado y los riñones de una practicante de Falun Gong sin administrarle anestesia previa.
Era una profesora de secundaria de unos treinta años. Antes de que los médicos la mataran, había sido sometida a un mes de graves torturas, abusos sexuales y violaciones.
Falun Gong es una disciplina de la Escuela Buda cuyas enseñanzas están basadas en los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia.
La disciplina se hizo famosa durante el auge del “qigong” o prácticas que cultivan la energía vital mediante ejercicios físicos a fines de los 80 y principios de los ’90.
En 1999, cuando una encuesta determinó que la cantidad de practicantes sobrepasaba la cantidad de afiliados al Partido, el entonces líder del PCCh, Jiang Zemin, lanzó una campaña para erradicar la práctica de China, y emitió la orden de: “arruinar su reputación, quebrarlos financieramente y destruirlos físicamente”.
Los policías no deberían preocuparse si un practicante moría bajo custodia porque cada muerte de un practicante sería contada como un suicidio, aseguran varios testigos que escaparon de China.
En su llamado al WOIPFG, el policía admite haber trabajado en el Buró de Seguridad Pública donde torturó y maltrató a los practicantes como parte de su trabajo, del cual se arrepentía.
El policía recuerda que después de que la apuñalaron con el bisturí en el pecho, la sangre chorreaba y salpicaba.
En ese momento, su cuerpo estaba cubierto por innumerables heridas y cicatrices luego de al menos una semana de interrogatorio y brutal tortura, y estaba desorientada por las descargas de la porra eléctrica.
La paliza la dejó con el cuerpo debilitado y casi sin vida.
En ese estado, a punto de morir, llamaron a dos médicos, un joven y un hombre mayor. La llevaron a un quirófano de un hospital psiquiátrico donde empezaron a trabajar sobre ella.
No le pusieron anestesia y cuando le cortaron el pecho con un bisturí, ni siquiera les temblaron las manos, observó el policía.
Los médicos no mostraban ninguna humanidad, eran completamente fríos, sin reacción alguna, sus manos no temblaban en absoluto.
Apenas la cortaron en dos, la practicante les dijo:
“Me están matando a mí, a una persona, pero ¿pueden matar a cientos de millones de nosotros que estamos siendo perseguidos por la verdadera fe?”
Se miraron entre ellos y procedieron a sustraer sus órganos.
Primero le sacaron el corazón y luego le extirparon los riñones.
Cuando cortaron los vasos sanguíneos alrededor de su corazón con unas tijeras, ella se convulsionó con un sonido horrible.
El policía también recuerda que a algunos practicantes les sacaban el cerebro, y nunca supo para qué o si realmente llegaban a vender todos los órganos que sacaban.
También vio cómo abusaban sexualmente de la practicante.
Las autoridades comunistas no hacían tales cosas en los edificios públicos, sino que alquilaban dos o tres de los últimos pisos de hoteles y allí torturaban y violaban a las practicantes de Falun Gong, una práctica conocida como “cárceles negras”.
No te pierdas próximamente la segunda parte de esta interesante entrega.
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