En el colectivismo, la responsabilidad se reduce al ponerse a las órdenes de quienes mandan, sacrificando el individualismo frente a quienes están en el poder.
La aceptación irreflexiva de nociones etéreas vacías de contenido, como «el bien común» y otras expresiones análogas, en contraposición al bien particular o individual, es lo que hace que la sociedad actual se haya volcado al colectivismo. Esto se hace con la convicción de que habría un «conflicto irreconciliable» entre los intereses individuales y los «colectivos», sin percibir que la objetividad de cosas como los intereses colectivos es imposible sino como mera suma de individuos. El supuesto conflicto no es más que una pura invención de quienes explotan tales creencias para su propio beneficio personal. Por ejemplo, los discursos de los políticos rebosan de apelaciones a favor del bien público, el interés general del país o el bien común de la gente.
Sacrificar al individuo
El psicólogo social y de la personalidad, Donelson R. Forsyth (2006), define el colectivismo como «una tradición, ideología u orientación personal que enfatiza la primacía del grupo o la comunidad en lugar de cada persona individual» (p. 77). Aquí alude a que el grupo, la nación, la comunidad, la raza, etc., es la unidad primaria de la realidad y la norma última de valor.
La gran justificación de cualquier colectivismo es la igualdad, que, en realidad, no es más que una mera ilusión de un ideal tan exigente. Su gran trampa consiste en olvidar que es imposible conseguir algo utilizando medios contradictorios, y el colectivismo cree, con menos ingenuidad de la que parece, que la fuerza puede poner fin a la opresión con cualquier diferencia. Tal paradoja es posible porque dentro del colectivismo la primera víctima es la razón de ser.
Ayn Rand, en su definición de este pensamiento idealista, escribió: «El colectivismo significa la subyugación del individuo a un grupo -no importa si a una raza, clase o Estado-. El colectivismo sostiene que el hombre debe estar encadenado a la acción colectiva y al pensamiento colectivo en aras de lo que se llama el bien común».
La razón desaparece en el mismo momento en que empieza a prevalecer el principio de unanimidad, que es lo que da fuerza al colectivo porque sirve para excluir al que no pertenece: el traidor y el culpable. Es una regla que no admite excepciones, y cualquier disidencia es perniciosa, criminal y de alguna manera punible.
Rechazar la responsabilidad
Como consecuencia de la expulsión del sentido crítico, el colectivismo es una herramienta para eximir de responsabilidad ya que, por definición, es un mecanismo para externalizar la culpa y halagar al supuesto oprimido, liberándolo de cualquier deber personal, de cualquier compromiso personal ajeno al colectivo: toda responsabilidad se reduce a ponerse a las órdenes de quien manda.
Para explicar mejor el punto anterior, echemos un vistazo a Mancur Olson, economista estadounidense (1932-1998), y a su libro The Logic of Collective Action (1965). Olson definió los dos principales problemas inherentes al colectivismo. El primero es el free-riding. Este problema es la idea de que las personas pueden beneficiarse del esfuerzo del grupo, aunque no participen en el esfuerzo en sí mismo. Olson cita también el ejemplo del sindicalismo: cuando un sindicato de una industria protesta contra una ley, o bien pierde y todo el mundo pierde, o bien gana y todo el mundo gana, incluso los trabajadores ajenos al sindicato.
Además, el problema del free-rider se agranda a medida que los grupos son más grandes. Y el segundo problema es el de la latencia, en el que, por la misma razón, el colectivismo puede llevar a un grupo latente, en el cual todos esperan, a que otro actúe en primer lugar.
*Escrito por Jorge C. Carrasco publicado en fee.org
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Redacción Anwo.life