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“The Plate Reset”: la agenda de Gran Reinicio en materia ALIMENTARIA

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The Plate Reset
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Hoy hablaremos de la agenda de la “Seguridad Alimentaria” que a menudo se pasa por alto en la agenda del “Gran Reinicio” de Davos.

Imaginemos un plato de comida que satisface todas sus necesidades nutricionales, que se le proporciona de forma gratuita, que tiene una gran cantidad de etiquetas elegantes que lo declaran, por ejemplo: “neutral en carbono y comercio justo”.

Este alimento es producido por un puñado de empresas globales, que, a través de miles de experimentos, han producido este óptimo súper alimento.

El menú estaría compuesto por coliflor genéticamente modificada que está repleta de vitaminas adicionales, como complemento, soya sin carne que proporciona proteínas y una para terminar, un “salsa secreta” que hace que todo tenga un sabor increíble.

No suena tan mal… ¿verdad?

Si alguien le dijera que existe un plan para revolucionar el sistema alimentario mundial de arriba hacia abajo… ¿le creería?

Bueno, tal vez después de leer este artículo, verá que hoy nos estamos acercando rápidamente a ese punto.

La seguridad alimentaria es algo que, en Occidente, en su mayor parte, damos por sentado. Hay alimentos asequibles en abundancia en las tiendas de todas las ciudades. La dificultad a menudo es elegir entre la plétora de alimentos mundanos, qué comer para la cena, aunque nunca fue así.

Los seres humanos hemos pasado por períodos de intensa hambruna y gran lucha por el sustento. Nuestros cuerpos todavía tienen mecanismos para hacer frente a la inanición y todavía estamos estimulados ​​por los impulsos básicos de esos alimentos dulces y grasos que nos ayudarían a pasar los inviernos de antaño.

No parece que volvamos a ese estado de hambre en el corto plazo, seguramente no en este mundo de abundancia.

En este mundo de abundancia, aunque parece que muchos tienen muy poco. A pesar de que los estantes de las tiendas están llenos, hay millones de familias que pasan hambre, incluso en esas naciones supuestamente “económicamente desarrolladas”.

Es una de las acusaciones más fuertes de la sociedad moderna que en tan relativa abundancia, tantos pasen hambre. No debería ser necesario explicarlo, pero las recesiones económicas y el aumento del hambre van de la mano.

La crisis económica de 2008 (en la que los estados financiaron a los grandes bancos a expensas de la población) provocó, dos años después, un aumento simultáneo de la inseguridad alimentaria. Un estudio sobre el gasto en alimentos de México, muestra que hay un lapso de aproximadamente dos años entre el impacto económico inicial y un aumento de la inseguridad alimentaria. También nos informan que los más vulnerables de la sociedad se ven afectados de manera desproporcionada por una recesión económica.

Un vistazo rápido a los titulares nos dice que el problema ha empeorado bajo el reinado político del Coronavirus. Más de 1 millón (14%) de los residentes de Nueva Jersey padecen «inseguridad alimentaria» como resultado del COVID-19, dice el Community Foodbank of New Jersey. Claramente hay un problema creciente y una necesidad de alguna reforma en el sector alimentario.

Con suerte, ya ha oído usted del “Gran reinicio”. De lo contrario, le dejamos un enlace a un artículo que lo explica perfectamente.

En resumen, el Gran Reinicio es la designación del Foro Económico Mundial para un cambio masivo en todas las esferas de la sociedad a raíz de la gran crisis de 2020. Su autor, Klaus Schwab, destruye cualquier esperanza para nuestra vieja sociedad cuando dice:

“Muchos de nosotros nos preguntamos cuándo las cosas volverán a la normalidad. La respuesta corta es: nunca. El mundo como lo conocíamos en los primeros meses de 2020 ya no existe”.

Las llamadas «élites», se han encargado de reordenar toda la economía y la sociedad mundial. Siguiendo las tendencias actuales, este reinicio beneficiará enormemente a la clase multimillonaria a expensas del resto de nosotros.

En julio de 2020, la Fundación Rockefeller publicó un documento titulado “Reset the Table: Meeting the Moment to Transform the US Food System”. Esto describe sus planes de amplio alcance para el sistema alimentario mundial. De la granja a la boca, tienen un plan para “Reiniciar nuestros platos de comida”, es decir, nuestro modo de alimentarnos. A lo anterior se le ha denominado como “The Plate Reset”.

Si quieres ver el reporte completo, te invitamos a que des clic al aquí.

Analicemos pues, los principales objetivos. La élite llama a cada uno de ellos como un “Cambio”, quizá un testimonio de la teoría de manipulación psicológica que es la principal herramienta de los gobiernos hoy en día, mediante la cual el cambio total se logra mediante pequeños cambios imperceptibles.

Estos cambios son:

  1. Integrar el “sistema alimentario” bajo el amparo político.
  • Colectivizar y centralizar el control del suministro de alimentos.
  • Generar “Prosperidad”, es decir, enriquecer a las partes interesadas.

Integrar el Sistema Alimentario

Algunas de las propuestas aquí serán de interés para su votante promedio. Nos ofrecen hablar de hacer que cada dólar llegue más lejos; para impulsar la nutrición y alimentar mejor a los niños. Aquellos de nosotros que somos más escépticos de las afirmaciones políticas podemos ver a través de la niebla.

Tener un plan regionalizado en el que los alimentos se cultiven y vendan dentro de un área local, por ejemplo, es una buena respuesta al derrochador sistema internacional actual, pero al parecer, el plan es introducir un esquema regional desde arriba.

Parte del problema con estos edictos de amplio alcance es que tienen un historial deficiente. El documento de la Fundación Rockefeller incluso admite estas fallas.

Sus intentos previos de cambiar el paradigma alimentario, conocido por ellos como la “revolución verde”, llevaron a un “énfasis excesivo en los granos básicos a expensas de alimentos más ricos en nutrientes, la dependencia de fertilizantes químicos que agotan el suelo y el uso excesivo del agua”.

Como parte de este cambio, el foro de Davos quiere que veamos la comida saludable como un derecho. Esto es similar a los movimientos que se están realizando para definir un ingreso estable como un derecho a través de la Renta Básica Universal.

La comida como un derecho ha sido impulsada por el Príncipe Carlos desde al menos 2012; vea este artículo de The Atlantic que declara a Carlos como alguien del lado del pequeño, contra el poder corporativo. A lo anterior, debemos señalar que el Príncipe Carlos estuvo presente y pronunció un discurso en el lanzamiento del Gran Reinicio, parece que estas agendas se mueven en pequeños círculos.

A primera vista, tener acceso a una buena alimentación como derecho parece algo lógico y sensato. En efecto, se debería garantizar que más personas reciban una alimentación adecuada. Sin embargo, a medida que continuamos examinando las maquinaciones de este nuevo sistema, ese «derecho» puede estar lejos de liberar a los hambrientos del mundo.

Parte del plan es reorganizar la forma en que se distribuyen los alimentos, es decir, quieren colocar a las escuelas en el centro de este mecanismo distributivo; esto aseguraría que todos los niños en edad escolar tengan la oportunidad de obtener una buena dieta… ¿quién podría discutir eso?

Con la campaña del futbolista del Manchester United, Marcus Rashford, ahora hay un esfuerzo concertado para poner la responsabilidad de distribuir alimentos en las escuelas. Se ha presentado en los medios de comunicación como una batalla campal entre los conservadores de clase alta y los campesinos de abajo, pero hay una cooperación total del gobierno para construir un plan de distribución de alimentos en las escuelas.

La comida como “Medicina”

El siguiente paso es uno de los más interesantes, declarar la comida como medicina. Todos sabemos que una alimentación saludable es mejor que cualquier medicina preventiva y que la dieta tiene un gran impacto en la salud.

Así que no es un gran salto pensar en la comida como medicina. Pero lo que el “Plate Reset” nos tiene reservado es mucho más que solo nutrición.

Hay planes para modificar genéticamente las plantas para proporcionar todos los nutrientes básicos que necesitamos, probablemente algo bueno. Sin embargo, tener la comida definida como medicina por el estado hace posible prohibir los alimentos no saludables o regular estrictamente nuestra dieta, lo que podría convertirse en algo malo.

Ya se anunció que el gobierno puede monitorear el COVID a través de la inspección de aguas residuales. Biobot Analytics es una gran empresa que tiene contratos con el gobierno para la “vigilancia de aguas residuales”, todavía no sabemos hasta dónde puede llegar esta tecnología de vigilancia. Si los poderes que dirigen el sistema alimentario desean controlarlo de esta manera, hay pocas posibilidades de escapar de un nivel tan profundo de institucionalización.

También podemos esperar que los títeres corporativos de Silicon Valley también obtengan una porción del pastel. FoodID es un proyecto conjunto entre conglomerados de grandes tecnologías como Facebook y Google, para proporcionar certificación para alimentos; ya sea medicinal, obtenido de manera responsable e interesante para garantizar el «cumplimiento». Si el pequeño agricultor local no puede permitirse mantenerse al día con el último cambio en las regulaciones establecidas, es probable que se convierta en ilegal.

Una faceta de la agenda de “alimentos como medicina” en la que vale la pena profundizar es la perspectiva de una vacuna comestible. La idea es bastante sencilla. A través de la magia de la edición de genes, los científicos supuestamente insertarán material genético de un virus en un producto alimenticio de tal manera que cuando se ingiera, generará una respuesta inmune y, por lo tanto, provocará una inmunidad al virus.

Una vacuna COVID comestible ya se está promocionando en experimentos con microalgas, puede que no sea apetitosa, pero podría cambiar las reglas del juego. Además, se ha logrado con éxito en la vacunación contra la hepatitis B editando los genes de una planta de tabaco. Quizá esto sea algo bueno para aquellos con fobia a las agujas, pero plantea algunas preguntas éticas sobre hasta dónde llegará la bola de nieve de la edición de genes.

Centralizar el Control de los Alimentos

Esta sección trata más de crear instituciones e instrumentos que de apoyar a la industria agrícola.

Una vez más, reconocen que el sistema actual trata a las comunidades más pobres de manera injusta, pero la resolución que ofrecen es simplemente vigilar a los beneficiarios de la ayuda gubernamental con más detalle.

De hecho, se habla de “pequeños y medianos agricultores”, pero rápidamente se les deja de lado hablando de “cadenas alimentarias regionales más ágiles y diversas”.

Es este sutil deslizamiento del poder corporativo, lo que realmente amenaza es nuestra seguridad alimentaria, sin embargo, continúan vistiéndose con ropas de salvador.

Al reasignar fondos, crear planes de estímulo del gobierno y crear centros regionales de alimentos, detallan su plan para centralizar el sistema de compra de alimentos.

Ya afirman tener el poder de “dirigir el poder adquisitivo de las grandes instituciones a lo largo de una cadena de suministro basada en valores”.

¿Valores? ¿Cuáles son esos?

Prosperidad

El primer paso para garantizar la prosperidad de unos pocos es la regulación obligatoria. Con el supuesto objetivo de mantener a las personas “seguras”, estas regulaciones están claramente dirigidas a eliminar toda competencia.

Así como un herbicida dirigido puede matar toda la vida vegetal que no sea el cultivo requerido, y crear súper malezas que terminan amenazando los mismos alimentos que está intentando cosechar, estas políticas regularán a los pequeños agricultores hasta llegar a una línea de pan cada vez más larga.

Una vez más, esta afirmación de «seguridad» es simplemente una fachada paliativa incluida para suavizar el golpe de la financiación globalizada del sistema alimentario. La fachada cae rápidamente cuando leemos en reporte que:

«Si bien en algunos casos los costos directos asociados con el sistema alimentario pueden aumentar, los costos de la atención médica y los costos externos de los daños climáticos y ambientales deberían disminuir». Esto quiere decir que la comida se volverá más cara para nosotros, pero si la pagamos al precio que nos la ofrezcan, salvaremos el mundo… probablemente.

La naturaleza falsa de sus cálculos de externalidades queda al descubierto. Cualquier reclamo para disminuir la cantidad de dióxido de carbono producido o los costos ahorrados en atención médica son puramente hipotéticos y se presentan sin pruebas.

Sin embargo, estas son las reglas de oro, supuestamente la brújula moral que guía el paquete de políticas.

También hemos sido testigos de cómo las principales compañías petroleras se subieron al carro ecológico verde, por lo que no debería sorprender que los gigantes corporativos sostuvieran estas pequeñas hojas de higuera para cubrir su saqueo de la naturaleza a través del Plate Reset también.

A medida que avanzamos en esta sección del reporte, descubrimos que es una tarifa estándar para el mundo empresarial. Salivan sobre un “mercado” de 18 mil millones de dólares que son las comidas escolares. A ellos les gustaría que esos dólares de los impuestos se «inyectaran» en sus centros regionales que lo canalizarán a los vendedores de «buena comida»; solo podemos suponer que esos son aquellos en los que Rockefeller y otros tienen acciones. Una institución de Rockefeller es YieldWise:

“YieldWise reducirá la dependencia de los agricultores de los precios volátiles del mercado al encontrar grandes compradores ancla, tanto multinacionales como Coca Cola y Unilever, como locales, principalmente en el África subsahariana”.

Por supuesto, como con cualquier implementación de cambio de paradigma social, necesitamos un sistema paralelo de vigilancia de gran tecnología. Para esto, proponen “modernizar” el sistema agrícola.

Esto alimentará a los sistemas «en tiempo real» de análisis de datos agregados, lo que permitirá a los productores ver dónde está creciendo la demanda y actuar en consecuencia.

Suena como un plan viable, aunque rápidamente se vuelve orwelliano: las agencias estatales deberían aprovechar sistemáticamente los datos que recopilan sobre los hogares, como los ingresos, para facilitar la inscripción. Reuniendo el desempleo, los ingresos de los hogares y otros datos de censos y encuestas.

Así que esa es cada pizca de información sobre cada movimiento de cada ciudadano que se está aspirando en un nebuloso sistema global de producción de alimentos corporativa.

Esta agenda está por llegar, posiblemente en tan solo dos años, sin duda acelerada por la percepción de la crisis de COVID. Sin embargo, tenemos un conjunto de condiciones elidiendo que conducen a un panorama preocupante.

Hay una escasez global de semillas, de modo que la alternativa al Plate Reset, la anarcoagrícultura a pequeña escala, se complica demasiado. Incluso si su país tiene suficientes semillas, pueden declararse fácilmente como «no esenciales», como sucedió en el Reino Unido en marzo de 2021.

Hay otros cisnes negros que se ciernen sobre nuestro horizonte. Ucrania y Rusia, vistos como el granero de Europa y Asia, han visto una caída del 20% en la producción de cereales, esto se refleja en otros cultivos y países.

EE. UU. ha experimentado su producción más baja de trigo desde el tazón de polvo del siglo pasado. A las papas y al maíz les está yendo igualmente mal. Una de las razones expuestas para esta disminución en la producción de cultivos es el gran mínimo solar que se aproxima. Este es el debilitamiento del poder de calentamiento del Sol, basado en ciclos bien documentados de Milankovitch.

Si quieres saber más de este tema, te recomendamos leer el siguiente artículo:

Déficit de emisiones solares causarán hambre y guerra durante el Siglo XXI

Si vamos a entrar en un largo período de enfriamiento global, con un Sol debilitándose, entonces es imperativo que tengamos las herramientas para alimentarnos. El método tradicional de utilizar una amplia gama de variedades tradicionales parece ser una buena táctica. La antigua civilización asentada alrededor del lago Titicaca, en Perú, por ejemplo, cultivó alrededor de 3,800 especies de papa, muchas de las cuales adornan nuestros platos más de 4,000 años después.

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Calentamiento global S.A.: cómo lucrar con el fin del mundo

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El calentamiento global se transformó en el miedo universal del siglo XXI. No importa dónde vivas, qué idioma hables o a qué partido político sigas: la narrativa es la misma —“la Tierra está en peligro y tú eres el culpable”.

La estrategia psicológica

Este discurso no es nuevo: en la historia se ha usado el miedo al castigo divino, el miedo al comunismo, el miedo al terrorismo… Hoy, el miedo climático cumple la misma función.
El ciudadano común se siente responsable de sequías, huracanes y derretimiento de glaciares, aunque en realidad su huella sea insignificante frente a la de corporaciones, ejércitos y grandes industrias.
El truco consiste en internalizar la culpa: hacer que la gente piense que por usar popote o no reciclar está condenando al planeta entero.

Del miedo al consumo

Cuando el miedo ya está instalado, se ofrece la redención.

  • ¿Sientes culpa por contaminar? Compra bolsas de tela.
  • ¿Temes al plástico? Compra botellas “biodegradables”.
  • ¿Quieres salvar al planeta? Paga más por un empaque eco-friendly.

Se crea así un mercado de la conciencia tranquila, donde los productos no se venden por lo que son, sino por el alivio moral que generan.

Impacto real vs. impacto comercial

El problema es que muchas de estas soluciones son más marketing que ecología:

  • Un popote de metal requiere tanta energía en su producción que necesita cientos de usos para compensar un popote de plástico.
  • Los plásticos “biodegradables” se degradan solo en plantas industriales, no en tiraderos comunes.
  • La ropa reciclada muchas veces es solo una mezcla mínima de fibras plásticas, pero se vende a precio premium.

En otras palabras: el planeta sigue ardiendo, pero el negocio crece. El miedo no se resuelve, se administra como un recurso renovable para mantener el consumo constante.

El caso del “popote”

En 2018, millones de personas alrededor del mundo se convencieron de que el popote de plástico era el gran enemigo del planeta. Campañas virales, fotos de tortugas con popotes en la nariz, videos desgarradores.
El mensaje fue claro: si usas popote, destruyes la vida marina.

¿Resultado? Gobiernos prohibieron los popotes, restaurantes los retiraron y las marcas aprovecharon la ola para vender popotes metálicos, de bambú o de vidrio a precios mucho más altos.

El detalle: los popotes representan menos del 0.025% del plástico en los océanos. La mayor parte proviene de redes de pesca, transporte marítimo y basura industrial. Pero esos sectores no se tocan porque son negocios intocables.

En otras palabras, se trasladó la culpa al consumidor común y se creó un mercado millonario de popotes alternativos, mientras el problema real quedó intacto.

La moda “verde” corporativa

Algo similar ocurre con las grandes marcas de bebidas y comida rápida:

Las compañías de ropa producen “colecciones recicladas” que representan apenas un porcentaje mínimo de su producción total, pero sirven para construir imagen y subir precios.

Sacan botellas con 30% de plástico reciclado y las venden como revolución sustentable.

Lanzan ediciones limitadas “eco” que cuestan más, aunque la producción global siga siendo igual de contaminante.

El miedo climático funciona como un producto en sí mismo: se vende la idea de que el consumidor individual puede salvar al planeta con compras simbólicas, mientras los verdaderos responsables mantienen intactas sus prácticas.


Al final, lo que menos cambia es el planeta… lo que más crece son los márgenes de ganancia.

Los nuevos gigantes verdes

Si el miedo es el producto, los gigantes corporativos son los que monopolizan la venta de la salvación. En nombre del calentamiento global, las grandes empresas han encontrado la forma de presentarse como héroes del planeta, al tiempo que crean nuevos imperios económicos.

Autos eléctricos: la promesa de “cero emisiones”

El auto eléctrico es el símbolo máximo de la transición verde. Se vende como “cero emisiones”, pero detrás de esa imagen hay una realidad mucho menos limpia:

  • La extracción de litio, cobalto y níquel para baterías destruye ecosistemas completos y deja comunidades enteras sin agua.
  • La mayor parte de la electricidad que los recarga proviene todavía de carbón, gas o petróleo.
  • Las baterías usadas generan un nuevo problema de desechos tóxicos para el que aún no existe solución global.

Aun así, gobiernos de todo el mundo subsidian su compra, beneficiando principalmente a las grandes automotrices. No es salvar el planeta, es crear un nuevo mercado cautivo.

Créditos de carbono: contaminar pagando

Los llamados “créditos de carbono” son la genialidad del capitalismo verde: una empresa altamente contaminante puede seguir emitiendo CO₂ siempre que pague por proyectos compensatorios, como plantar árboles o financiar energías renovables en otro país.
El resultado:

  • Empresas siguen contaminando igual.
  • Los gobiernos presumen reducciones en papel.
  • Se abre un mercado especulativo de bonos y certificados que se comercian como acciones en Wall Street.

En otras palabras, se convirtió en un negocio global donde contaminar es legal si pagas lo suficiente.

Energías renovables: sol y viento… con dueño

La transición energética es otra bandera verde. Paneles solares y aerogeneradores se presentan como la panacea, pero:

  • Los megaproyectos solares y eólicos requieren miles de hectáreas, muchas veces en tierras comunales o ejidales, donde las comunidades terminan desplazadas.
  • Los beneficios económicos se concentran en grandes corporaciones extranjeras, no en los habitantes locales.
  • La fabricación de paneles solares y turbinas también depende de materiales que contaminan en su extracción.

Así, el “futuro limpio” tiene dueño y factura miles de millones, aunque la justicia ambiental sea mínima.


Los gigantes verdes no están resolviendo el problema, lo están reconfigurando en un mercado global. Cada solución se convierte en un producto, cada producto en un negocio, y cada negocio en una oportunidad de control. El planeta arde, pero los nuevos titanes verdes no buscan apagar el fuego: buscan vendernos el extinguidor.

Fondos, subsidios e impuestos “verdes”

La industria del calentamiento global no solo se sostiene con productos de consumo masivo, sino con un andamiaje financiero y político que asegura flujos de dinero constantes. Es el negocio institucionalizado: gobiernos que subsidian, bancos que invierten y ciudadanos que pagan.

Fondos verdes: trillones en juego

El cambio climático abrió una de las mayores oportunidades de inversión del siglo XXI: los bonos climáticos y los fondos de inversión verdes.

  • Según la Climate Bonds Initiative, el mercado de bonos verdes supera ya los 2.5 billones de dólares a nivel global.
  • Empresas y gobiernos los emiten para financiar proyectos supuestamente sustentables, pero muchas veces los fondos acaban en megaproyectos polémicos (presas, parques eólicos, minería “verde”).
  • Al final, Wall Street y los bancos internacionales encuentran en el “planeta en peligro” un motor financiero estable y de largo plazo.

Subsidios estatales: el dinero público al rescate

Los gobiernos destinan miles de millones en subsidios y estímulos fiscales para las llamadas “tecnologías limpias”:

  • Compra de autos eléctricos.
  • Instalación de paneles solares.
  • Incentivos fiscales a corporaciones energéticas.

El problema: gran parte de estos beneficios no llegan al ciudadano común, sino a empresas que ya son gigantescas. Tesla, por ejemplo, construyó su imperio inicial gracias a subsidios estatales en EE. UU. y China. Lo que parece política ambiental es en realidad transferencia de riqueza pública hacia corporaciones privadas.

Impuestos verdes: la carga al consumidor

Bajo el argumento de “cuidar el planeta”, se han creado nuevas figuras fiscales:

  • Impuestos al carbono en combustibles y transporte.
  • Cobros extra por empaques no reciclables.
  • Tarifas ambientales en turismo y aviación.

En la práctica, estas medidas no modifican las prácticas de los grandes contaminadores, pero sí encarecen la vida cotidiana del ciudadano. El consumidor paga más por productos “eco” mientras las corporaciones continúan operando sin cambios estructurales.


Los fondos, subsidios e impuestos “verdes” son la columna vertebral de la industria del calentamiento global. Se presenta como política ambiental, pero es en realidad un sistema financiero paralelo que canaliza dinero público y privado hacia quienes han sabido monetizar el miedo climático. El planeta sigue esperando resultados; los balances contables, en cambio, no paran de crecer.

Lo que queda fuera del discurso

En cada cumbre internacional, en cada campaña oficial y en cada reportaje sobre el calentamiento global, hay grandes ausentes. Son sectores tan poderosos que se mantienen fuera del radar mediático y político, aunque sean responsables de una parte sustancial de las emisiones globales.

El transporte marítimo y aéreo: la excepción invisible

  • El transporte marítimo internacional mueve más del 80% del comercio mundial y es responsable de cerca del 3% de las emisiones globales de CO₂, lo mismo que un país entero como Alemania.
  • La aviación comercial, con millones de vuelos al año, representa casi otro 2.5% de las emisiones globales.
  • Sin embargo, en los acuerdos climáticos internacionales, estos sectores aparecen apenas con compromisos voluntarios, sin regulaciones estrictas ni impuestos proporcionales.

El mensaje es claro: puedes multar al ciudadano por usar bolsas de plástico, pero no tocas al buque carguero que trae 10 mil contenedores de China.

La industria militar: el intocable mayor contaminado

El ejército de EE. UU. es considerado el mayor consumidor institucional de petróleo en el mundo. Su gasto energético supera al de países enteros.

  • Aviones de combate, tanques, portaaviones y bases militares generan una huella de carbono monumental.
  • Aun así, la industria militar queda fuera de las negociaciones climáticas internacionales: no aparece en los compromisos de reducción de emisiones ni en los informes globales.

En otras palabras: se puede culpar al ciudadano por usar un auto viejo, pero los ejércitos pueden seguir contaminando sin que nadie los cuestione.

Las corporaciones que se “pintan de verde

Grandes compañías de petróleo, gas y minería lanzan campañas millonarias para mostrar su compromiso ambiental. Pero:

  • Siguen expandiendo proyectos de extracción.
  • Financian investigaciones y ONGs que suavizan su imagen.
  • Pagan bonos de carbono para legitimarse como “net zero” sin modificar su modelo de negocios.

Es un lavado verde de imagen: contaminan a gran escala mientras trasladan la culpa y el costo al consumidor común.


El discurso climático oficial está diseñado para señalar lo que conviene y silenciar lo que amenaza al negocio. Los sectores más poderosos —transporte global, industria militar y megacorporaciones— permanecen intocables.


La narrativa del calentamiento global no es solo ciencia: es también un guion político y económico donde los verdaderos responsables nunca aparecen en escena.

Salvar al planeta o salvar bolsillos

El calentamiento global existe y es un fenómeno real, pero su gestión se ha convertido en un negocio multimillonario disfrazado de salvación ambiental. La confusión intencional entre cambio climático (natural) y calentamiento global (atribuido al humano) ha permitido construir un guion político y económico que funciona con tres pasos muy claros:

  1. Instalar el miedo: el mundo se va a acabar.
  2. Culpabilizar al ciudadano: tu consumo, tus bolsas, tus popotes.
  3. Ofrecer la redención: compra productos verdes, paga impuestos, acepta subsidios que terminan en manos corporativas.

El resultado es un sistema perfecto de transferencia de riqueza:

  • Gobiernos que recaudan nuevos impuestos ambientales.
  • Corporaciones que facturan con el sello “eco”.
  • Bancos que especulan con bonos climáticos.
  • Y ciudadanos que pagan más caro por todo mientras el planeta sigue en crisis.

La gran ironía es que lo único verdaderamente sustentable es el negocio mismo, no el futuro de la Tierra. El discurso ambiental se convierte en un escaparate de marketing donde lo verde no significa limpio, sino rentable.


Calentamiento global S.A.” no es solo un juego de palabras: es la realidad. Una industria que lucra con el miedo, que convierte la culpa en dinero y que asegura que, aunque el planeta siga ardiendo, sus bolsillos nunca dejen de crecer.

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Editorial

¿Está el Ejército Mexicano preparándose para una intervención extranjera?

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invasion México
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Por: Andrew Garza

En los últimos meses han comenzado a circular rumores inquietantes: ejercicios militares atípicos, discursos nuevos desde la Sedena, análisis de inteligencia informal y voces desde dentro del propio ejército que advierten que México podría estar anticipando una posible intervención extranjera.

¿Se trata solo de paranoia alimentada por redes sociales? ¿O realmente hay señales que apuntan a un giro defensivo en la doctrina militar del país?

Esta es la pregunta que hoy nos toca plantear. Porque, aunque no haya tanques en las calles ni declaraciones oficiales de guerra, algo está cambiando en el discurso, en la forma y en el fondo del aparato militar mexicano.

1. Señales que encienden las alertas

Cambios en ejercicios militares

De acuerdo con observadores y veteranos, algunas unidades del Ejército Mexicano han comenzado a realizar maniobras con lógica de defensa territorial, no solo combate urbano contra el crimen organizado. Estas prácticas incluyen:

  • Simulación de control de rutas estratégicas y zonas fronterizas.
  • Respuesta rápida a inserciones externas.
  • Uso de armamento pesado y artillería de campaña fuera del contexto de desastres naturales.

Aunque no hay comunicados oficiales que lo confirmen, se trata de un patrón que rompe con la rutina tradicional de los planes DN-II y DN-III, enfocados en seguridad interior y atención a desastres.

Un nuevo discurso desde la Sedena

La narrativa institucional también ha cambiado sutilmente. Donde antes se hablaba de “apoyo a la población” y “seguridad pública”, ahora se comienza a escuchar:

  • “Defensa de la soberanía”,
  • “Protección de fronteras” y
  • “Preparación ante amenazas externas”.

Estas frases no son casuales. Denotan un desplazamiento simbólico hacia una visión más geopolítica del rol de las Fuerzas Armadas.

Rumores dentro del Ejército

Algunos analistas que mantienen contacto con personal activo reportan comentarios discretos entre mandos medios y altos, quienes:

  • Aseguran estar recibiendo instrucciones más orientadas a escenarios de conflicto externo.
  • Advierten sobre ejercicios que incluyen la simulación de ingreso de tropas extranjeras.
  • Mencionan una creciente presión política para mantener “el control territorial total”.

Si bien se trata de información no confirmada, el hecho de que estos rumores circulen dentro del Ejército es ya un dato relevante.

Lo que dicen los medios alternativos

Programas como Tras las Líneas y figuras como GAFE423 han planteado con seriedad una hipótesis incómoda:

“El Ejército Mexicano se está preparando no para invadir, sino para repeler una invasión.”

En su análisis, vinculan esta postura con las declaraciones públicas de Donald Trump y legisladores republicanos que han sugerido intervenir militarmente en México para combatir a los cárteles, incluso sin autorización del gobierno mexicano.

Según estos analistas, la Sedena podría estar anticipando un escenario de intervención “quirúrgica” por parte de Estados Unidos, y estar calibrando sus capacidades para evitarlo o, al menos, dificultarlo.

2. La realidad y los límites del discurso

Doctrina legal del Ejército Mexicano

Por Constitución, las Fuerzas Armadas están diseñadas para actuar dentro del territorio nacional. El Plan DN-I —dedicado a la defensa ante agresiones externas— nunca ha sido activado en la historia reciente, y solo puede ponerse en marcha mediante declaración oficial del Senado.

No hay despliegues defensivos reales

A pesar de los rumores y el discurso, no hay evidencia visible de una movilización militar con objetivos defensivos:

  • No se han instalado cuarteles avanzados en la frontera.
  • No hay reportes de compras masivas de equipo defensivo ni despliegue aéreo estratégico.
  • Las acciones continúan concentradas en seguridad pública, migración y combate al crimen.

La postura del gobierno

La presidenta Claudia Sheinbaum ha sido clara:

“Nuestro territorio es inviolable. Nuestra soberanía es inviolable. Podemos cooperar, pero nunca aceptaremos tropas estadounidenses en nuestro suelo.”

Sedena, por su parte, mantiene el discurso de colaboración, pero también ha endurecido el tono en cuanto a soberanía y autonomía operativa.

¿Y si es solo una narrativa?

Existe también otra lectura: que todo esto no es preparación real para un conflicto armado, sino una narrativa estratégica con fines internos:

  • Justificar un mayor presupuesto militar.
  • Expandir la militarización del territorio bajo el pretexto de seguridad nacional.
  • Generar cohesión interna en el Ejército ante un escenario político volátil.

3. Entre la sospecha y la evidencia

El Ejército Mexicano no está movilizando tropas, ni hay señales claras de preparación para una guerra.

Pero sí es cierto que:

  • El discurso ha cambiado.
  • Los entrenamientos se están adaptando.
  • Circulan rumores internos sobre escenarios de conflicto externo.

¿Es paranoia o prevención? ¿Narrativa política o preparación táctica?

Por ahora, la evidencia apunta más a lo segundo. Pero cuando las Fuerzas Armadas cambian su lógica, vale la pena al menos hacerse la pregunta.

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Pánico en Italia por la Subida de Precios de la Pasta: ¿Impactará en Estados Unidos?

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En Italia
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En Italia, la pasta es un asunto serio y fundamental en la vida diaria. Por lo tanto, no es sorprendente que los precios disparados de los espaguetis, fettuccinis, bucatinis y otros favoritos hayan causado pánico en Italia. Una inminente crisis de la pasta ha asustado tanto a los italianos que el gobierno ha convocado reuniones especiales para abordar el aumento de precios. Incluso los consumidores italianos enojados han llamado a una «huelga de pasta» para protestar contra los precios en aumento.

(más…)

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