Como ya hemos hablado en ocasiones anteriores, la Covidiocracia es una mascarada y una simulación preparada durante mucho tiempo por el Banco Mundial, el FMI, los Rothschilds, el Foro Económico Mundial (básicamente la “élite” del mundo, el 0.1%) y sus allegados, con la Asociación Rockefeller, claro está.
Comencemos por entender qué es una prueba biométrica:
Un estudio biométrico es un examen de salud corto que determina el nivel de riesgo de una persona de contraer ciertas enfermedades y condiciones médicas.
Ahora, entendamos esto en relación al COVID-19:
De acuerdo con expertos en salud y tecnología, una vez que los gobiernos levanten paulatinamente las cuarentenas de sus países, las pruebas biométricas serán útiles para identificar a los ciudadanos que ya tuvieron COVID-19 y garantizar que las personas vulnerables reciban la vacuna cuando esté lista. Un sistema de identificación biométrica puede guardar un registro de personas en esta situación y también de quienes han sido vacunadas.
Así pues, en 2015, Richard Rothschild, con una organización gubernamental holandesa, patentó un “Sistema y método de prueba para COVID-19”.
De esta forma, cuatro años antes de que brotara la enfermedad, se desarrolló un método de prueba para COVID-19.
Primera Matriculación: Países Bajos, 13 de octubre de 2015
Prueba de que la patente se presentó en 2015
De esta forma, se proporciona un método para adquirir y transmitir datos biométricos (por ejemplo, signos vitales) de un usuario, donde los datos se analizan para determinar si el usuario sufre de una infección viral, como COVID-19.
El método incluye el uso de un oxímetro de pulso para adquirir al menos el pulso y el porcentaje de saturación de oxígeno en sangre, que se transmite de forma inalámbrica a un teléfono inteligente.
Para garantizar que los datos sean precisos, se utiliza un acelerómetro dentro del teléfono inteligente para medir el movimiento del teléfono inteligente y/o del usuario.
Una vez que se adquieren los datos precisos, se cargan en la nube (o host), donde los datos se utilizan (solos o junto con otros signos vitales) para determinar si el usuario está sufriendo (o es probable que sufra) una infección viral como COVID-19.
Dependiendo de los requisitos específicos, los datos, los cambios a los mismos y/o la determinación se pueden usar para alertar al personal médico y tomar las acciones correspondientes.
Segunda Matriculación: E.E.U.U., 13 de octubre de 2015
Un detalle clave hay que destacar en estos registros. Ambos fueron archivados y actualizados hace años, pero estaban PROGRAMADOS para hacerse públicos en septiembre de 2020.
¡Esta es evidencia suficiente de que sabían en 2015 lo que sucederá en septiembre de 2020!
Entonces, ¿cómo supo el Sr. Richard A. Rothschild cómo crear un sistema y método para evaluar una enfermedad que no existía, y saber exactamente cómo se llamará a la enfermedad, incluido el año en que se descubrirá la enfermedad?
Otro hecho explosivo es que millones de kits de prueba COVID-19 se han vendido en 2017 Y 2018.
Los datos del World Integrated Trade Solution muestran algo asombroso:
“En 2017 y 2018, dos años antes del COVID-19, se distribuyeron en todo el mundo cientos de millones de kits de prueba para COVID-19”.
Dos años antes del brote de COVID-19, E.E.U.U., la UE, China y naciones de todo el mundo comenzaron a exportar millones de instrumentos de prueba de diagnóstico para COVID-19, una enfermedad que supuestamente ni siquiera existía en ese entonces.
Nada de lo anterior tiene sentido, a menos que esto no sea realmente una pandemia, sino un Plandemia.