La Revolución Femenina ha representado el mayor fracaso de la historia humana, la gran oportunidad perdida y tal vez, para siempre, el gran cataclismo olvidado e ignorado de nuestra época, una desgracia de cuya magnitud quizá jamás seamos conscientes.
Pero… ¿por qué afirmamos esto?
Sin lugar a duda porque es una revolución que está siendo abortada mucho antes de llegar a producirse. Abortada bajo la bandera de la presunta “igualdad de género”, una auténtica aberración conceptual creada por la maquinaria del Sistema con el fin de canalizar esa fuerza imparable que, de llegar a desatarse, podría llevar al propio Sistema a su completa destrucción.
Porqué en realidad… ¿qué representa la igualdad de género? ¿qué representa la igualitaria incorporación de la mujer a las estructuras sociales, económicas y políticas? ¿realmente está cambiando la esencia del mundo en el que vivimos?
Para responder a ello, solo debemos observar a nuestro alrededor. Observemos, por poner un ejemplo, a las mujeres que se incorporan al mundo de la política y preguntémonos:
- ¿Son menos ambiciosas que un hombre?
- ¿Menos corruptas?
- ¿Menos injustas?
- ¿Con ellas alcanzamos mayor igualdad y justicia sociales que con un hombre?
- ¿Con ellas desaparecen las castas políticas de carácter mafioso?
- ¿Las mujeres mienten y manipulan menos?
- ¿Son menos incompetentes?
- ¿Aportan nuevas concepciones ideológicas y morales a la política?
- Acaso… ¿estamos presenciando alguna transformación profunda a escala mundial a medida que la mujer se incorpora a los puestos de responsabilidad?
La respuesta a todas estas preguntas es tan triste como evidente… ¡POR SUPUESTO QUE NO!
¿Cuál ha sido el gran reclamo de las mujeres al defender sus derechos? La mayoría estaremos de acuerdo en que se trata de “Igualdad”, es decir, libre acceso a las posiciones y roles que los hombres ocupan en el Sistema.
Ser partícipe del corrupto y desastroso sistema que, en mayor medida, ha creado el propio género masculino. Un mundo salvaje, violento, injusto, impío, que como una fría y metódica máquina lo destruye todo a su paso en alas de absurdas ideologías políticas, creencias religiosas o ganancias económicas.
Lejos de intentar transformar ese mundo infecto hasta sus raíces, de destruir las estructuras psíquicas que tanto daño causan desde tiempos inmemoriales al propio género femenino, la gran pretensión de la mujer ha sido convertirse en un engranaje más de ese gran mecanismo, como lo es un hombre. Así es, sólo eso, la mujer únicamente pretende ser una pieza más de la máquina. Eso es lo que representa en realidad la mal llamada “igualdad de género”.
Y llegados aquí, deberíamos preguntarnos… ¿por qué el género femenino se ha conformado con tan poco? ¿por qué no ha centrado sus esfuerzos en derribar las injustas estructuras del Sistema, creando nuevos conceptos, radicalmente diferentes, mucho más desarrollados y profundos? ¿por qué la mujer no ha luchado por crear y liderar un mundo radicalmente nuevo y mejor?
Lo anterior, representaría una nueva esperanza para la especie humana, tan ciega y perdida en estos momentos. Sin duda habrá quien argumente que, para cambiar el mundo, antes la mujer debe incorporarse a los puestos de responsabilidad, pero eso es una completa falacia porque precisamente ahí radica la trampa.
Como ya se ha mencionado, la fuerza transformadora solo surge de los colectivos oprimidos en lucha por cambiar las cosas y que sueñan con nuevas realidades, aunque sean utópicas pero que son necesarias para construirse un futuro.
Sin embargo, la promesa de la igualdad no alberga el sueño de nuevas realidades, de hecho, sirve para matar ese sueño de transformación realmente profunda y refuerza las realidades existentes como únicas opciones posibles. Y la igualdad de género, una vez conseguida, elimina definitivamente la necesidad de esa transformación, pues presuntamente, acaba con la opresión que generaba esa necesidad.
Esa ha sido la gran trampa del Sistema para “abortar” la gran Revolución Femenina que podría haber transformado la humanidad para siempre y con ella perdemos, probablemente, la última oportunidad de conseguirlo, porque todos sabemos que una mujer piensa y siente diferente a un hombre, además de que experimenta cosas que un hombre jamás podrá llegar a comprender.
Existe entre ambos géneros una enriquecedora y profunda diferencia, tanto a escala biológica como psicológica, es decir, un patrimonio natural de valor incalculable. Sin embargo, parece que el género femenino ha renunciado a esa valiosa diferencia, a su particular forma de sentir y concebir el mundo y ha preferido convertirse también en hombre, integrándose a la maquinaria del Sistema.
Parece que la gran lucha del género femenino, su gran objetivo, se limita a alcanzar los mismos puestos de poder que un hombre y tener la libre posibilidad de llevar pantalones, fumar, beber, drogarse y practicar sexo exactamente igual que en el caso del género masculino. Un gran logro a escala cósmica, sin lugar a dudas.
Habría que preguntarnos… ¿dónde están las mujeres que cambian el mundo? ¿quiénes son?
Acaso… ¿Lady Gaga, Madonna, Miley Cyrus o la actriz de moda? ¿las mandatarias corruptas? ¿quizá las periodistas y tertulianas que obedecen a sus amos, exactamente igual que cualquier periodista masculino? O bien… ¿quizás las millones y millones de mujeres esclavas del consumismo, de la moda y de la televisión exactamente como lo son los hombres?
Y es que la mujer ha sido incapaz de escapar del programa del sistema y crear y liderar una nueva realidad a escala humana. Un claro ejemplo de ello lo encontramos en la religión. Es difícil encontrar una institución tradicionalmente más machista que la Iglesia Católica. Su historial de desprecio hacia la mujer raya cotas enfermizas, llegando a considerarla en su momento un ser impuro y pecador.
Aun hoy en día, la mujer es tratada casi como un ser inferior espiritualmente, pues no tiene acceso a ninguna posición con auténtico poder en la estructura eclesiástica.
Y… ¿cuál es la reacción mayoritaria del género femenino ante una institución tan retorcida y deformada en sus preceptos? ¿acaso es derribar esa estructura opresora y definir un nuevo concepto de espiritualidad que supere todas las barreras impuestas por las diferentes religiones?
¡POR SUPUESTO QUE NO!
Parece que el gran objetivo de la mujer consiste en reclamar el derecho al sacerdocio, el derecho a incorporarse a esa misma estructura rancia y anticuada que la ha reprimido durante dos milenios y a la cual ha servido tan sumisamente. Es incapaz de crear algo nuevo, incapaz de renunciar a la programación psíquica del Sistema.
¿Realmente significa algún avance para el mundo que una mujer llegue a gobernar? Si su gobierno implica las mismas injusticias, corrupciones y abusos que el de un hombre, entonces… ¿qué ha ganado el ser humano?
Al contrario, todos hemos perdido porque se nos ha ido la oportunidad de cambiarlo todo. La oportunidad transformadora que solo brindan los colectivos oprimidos y el género femenino era el mayor colectivo oprimido de la historia de la humanidad: nuestra última y gran esperanza.
Sin duda, todos deberíamos sentir pena por ello y una profunda y sincera vergüenza. El Sistema nos ha vencido…
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Y recuerda… «No asumas NADA, cuestiona TODO».
Redacción Anwo.life