En el artículo anterior, hablábamos de cómo Prescott Bush, padre de George H. W. Bush y abuelo de George W. Bush, ambos presidentes de Estados Unidos, desempeñó un papel central en el financiamiento para armamento de régimen Nazi de Adolf Hitler a través de sus conexiones con el magnate alemán Fritz Thyssen.

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Operaciones comerciales de Estados Unidos con la Alemania nazi (primera parte)

Continuemos con el tema entonces.

Incluso después de que Hitler declarara la guerra a Estados Unidos a fines de 1941 y comenzara a filtrarse información sobre los crímenes nazis, Prescott Bush continuó trabajando para firmas como Union Banking Corporation. Un relato del periódico The Guardian destacó que “se benefició de las empresas estrechamente relacionadas con los propios negocios alemanes que financiaron el ascenso al poder de Hitler”. Los activos de Union Banking Corporation fueron confiscados por el gobierno de los Estados Unidos el 20 de octubre de 1942, en virtud de la Ley de Comercio con el Enemigo de 1917.

Por su participación en Union Banking Corporation, Prescott Bush recibió $1.5 millones, equivalentes a más de 20 millones de dólares en la actualidad. Asimismo, poseía acciones en este banco E. Ronald Harriman, un financiero estadounidense y hermano menor de W. Averell Harriman, junto con un par de miembros del Partido Nazi. Moniz Bandeira escribió que el dinero ganado por Prescott Bush aquí “permitió a su hijo, George H.W. Bush, establecer las firmas Bush-Obervey Oil Development Co., y Zapata Petroleum, más tarde llamada Harbinger Group Inc., reuniendo a varias empresas para explorar petróleo en el Golfo de México y Cuba”.

Prescott Bush también fue director de la CSSC antes mencionada, una empresa que explotó la rica Silesia en el Tercer Reich en beneficio de la maquinaria de guerra de Hitler. El CSSC utilizó mano de obra esclava en los campos de concentración, incluido Auschwitz. Otra firma para la que trabajó Prescott Bush, Brown Brothers Harriman, con sede en Nueva York, que sirvió como plataforma de negocios estadounidense para el omnipresente Thyssen. Los socios fundadores de Brown Brothers Harriman incluyeron a los dos hermanos Harriman y Prescott Bush. Ambas empresas, Union Banking Corporation y Brown Brothers Harriman, durante la década de 1930, según The Guardian, “compraron y enviaron millones de dólares en oro, combustible, acero, carbón y bonos del tesoro de Estados Unidos a Alemania, alimentando y financiando la acumulación de Hitler”.

Algunas de las corporaciones más grandes de Estados Unidos tenían inversiones en Alemania a principios de la década de 1930, como DuPont, General Electric, Gilette, Coca-Cola y Eastman Kodak. En los años venideros, las ganancias de muchas de estas empresas crecerían sustancialmente. Por ejemplo, una sucursal de Kodak en la Suiza neutral estuvo, durante 1942 y 1943, comprando equipos fotográficos de la Alemania nazi, la Francia ocupada por los nazis y también Hungría, aliada del Tercer Reich. La embajada de Estados Unidos en Londres describió estos tratos de Kodak como “compras bastante sustanciales en territorio enemigo”. Una rama separada de Kodak en la España fascista compraba bienes del Reich a principios de 1942. Este último acuerdo fue defendido por William Beaulac, el encargado de negocios de Estados Unidos en Madrid.

Wall Street, el corazón financiero de Estados Unidos, había mirado con cierta preocupación el surgimiento del comunismo. En cambio, sus banqueros veían el fascismo en general de manera bastante favorable como una vanguardia. Cuando quedó claro que Hitler era favorable al statu quo, mientras eliminaba la influencia laboral, algunos banqueros católicos, evangélicos e incluso judíos relacionados con Wall Street se involucraron en negocios con los nazis. Le otorgaron al régimen de Hitler alrededor de 7 mil millones de dólares en crédito durante la década de 1930, como reveló en 1943 George Seldes, un periodista de investigación estadounidense.

El historiador Gaetano Salvemini, obligado a abandonar la Italia de Mussolini debido a las amenazas de muerte, dijo más tarde que “casi el 100% de las grandes empresas estadounidenses” simpatizaba con las dictaduras de Mussolini y Hitler; debido a sus lucrativos programas de armamento y destrucción de mano de obra. Uno de los sellos distintivos del capitalismo de estado es generar dinero a través del negocio de la guerra, como se ha visto a lo largo de las décadas, con los gobiernos occidentales proporcionando miles de millones de armas a las autocracias en Arabia Saudita, Irak, Kuwait y otros lugares.

Las políticas represivas de los nazis permitieron a muchas empresas vinculadas al Reich, como Ford, reducir sus costes laborales, del 15% del volumen de negocio en 1933 a solo el 11% en 1938. Mientras que Ford duplicó con creces sus beneficios en Alemania en 1939, también se estaban beneficiando a través de una subsidiaria en la Francia ocupada por los nazis, al registrar ganancias allí de 58 millones de francos solo en 1941. Por esto recibió calurosos elogios de Edsel Ford, presidente de Ford Motor Company e hijo del fundador Henry Ford.

En 1942, de los 350,000 camiones de la Wehrmacht en el campo, alrededor de 120,000 de ellos fueron construidos por las fábricas de Ford en Alemania. La planta de Opel, propiedad de General Motors en I ü sselsheim, el oeste de Alemania, produce camiones en todas las ruedas motrices para la Wehrmacht, que eran más útiles en el frente del Este, lodo empapado y en los desiertos del norte de África.

El 13 de diciembre de 1941, seis días después del ataque japonés a Pearl Harbor, el presidente Roosevelt emitió un decreto secreto. De ese modo otorgó una autorización especial, para que ciertas corporaciones estadounidenses pudieran continuar sus negocios con naciones enemigas y con países neutrales en buenos términos con estados hostiles. Esta fue una violación de la Ley de Comercio con el Enemigo; pero Roosevelt, que dependía de muchas de las mismas corporaciones en el enjuiciamiento de la guerra contra Japón y Alemania, tuvo cuidado de apaciguar a las grandes empresas. Por supuesto, el público estadounidense tenía poca idea de que empresas estadounidenses famosas, como Standard Oil, Ford, General Motors y otras, estaban haciendo tratos con el enemigo.

La empresa estadounidense de fabricación ITT, que ya participaba a través de una subsidiaria alemana (C. Lorenz AG) en la producción de aviones militares de la Luftwaffe con Focke-Wulf, además suministraba equipos de comunicaciones de alta calidad a los nazis, junto con IBM, una corporación tecnológica estadounidense. Esto había ayudado en la guerra Blitzkrieg sincronizada decisiva para que los alemanes derrotaran rápidamente a Polonia, Francia, los Países Bajos y capturaran partes de la URSS occidental.

A finales de junio de 1940, algunos líderes empresariales estadounidenses celebraron la fácil victoria de Alemania sobre Francia en cenas y fiestas celebradas en Nueva York, como en el hotel Waldorf Astoria. Entre los asistentes se encontraban el fundador y director ejecutivo de ITT, Sosthenes Behn, que había conocido a Hitler en agosto de 1933, James D. Mooney, un alto ejecutivo de General Motors que vio a Hitler en ocasiones distintas, y Edsel Ford.

Por sus servicios al Reich, Hitler prodigó premios a estadounidenses como Mooney y Henry Ford. Al comienzo del gobierno de Hitler, los banqueros estadounidenses volaron a la Alemania nazi, como Winthrop Aldrich, presidente del Chase National Bank de Wall Street. Aldrich conoció a Hitler en el otoño de 1933, al igual que Henry Mann del National City Bank. Posteriormente, Aldrich y Mann le dijeron a William Dodd, el embajador de Estados Unidos en la Alemania nazi, que estaban dispuestos a “trabajar con Hitler”.

En agosto de 1934, el magnate de los medios de comunicación estadounidense William Randolph Hearst, propietario de decenas de periódicos y revistas, visitó Berlín para ver a Hitler. Al regresar a casa, Hearst describió al dictador como “ciertamente un hombre extraordinario” y escribió sobre la “gran política” y el “gran logro” de la Alemania nazi de salvar a Alemania del comunismo.

A fines de la década de 1930, Ford Motor Company enviaba recursos minerales a la Alemania nazi, a veces a través de sus subsidiarias en terceros países. A principios de 1937, por ejemplo, Ford envió casi dos millones de libras de caucho y 130,000 libras de cobre al régimen nazi. Ford retuvo una participación de más del 50% en su subsidiaria en Colonia, Ford-Werke, luego del anuncio alemán de hostilidades contra Estados Unidos en diciembre de 1941.

Douglas Miller, ministro de comercio adjunto de Estados Unidos en Berlín, había predicho en 1935 que en 1937 los nazis estarían produciendo suficiente petróleo y gas de hulla “para una larga guerra”. Miller reveló que la Standard Oil Company de Nueva York estaba colaborando en estas empresas al “proporcionar millones de dólares para ayudar a Alemania”.

Standard Oil, propiedad de la familia Rockefeller, había enviado $2 millones a los nazis en diciembre de 1933, de los cuales el embajador Dodd en Berlín informó al presidente Roosevelt en octubre de 1936. Dodd también le escribió a Roosevelt que Standard Oil “ha ganado $500,000 al año ayudando a los alemanes a fabricar gas sustituto para la guerra”. Standard Oil, junto con otras importantes empresas estadounidenses como DuPont, estaba trabajando con IG Farben, la corporación química alemana. IG Farben fue firmemente incriminado en el trabajo esclavo y el Holocausto, habiendo proporcionado a los nazis el infame gas venenoso Zyklon B, utilizado para matar a más de un millón de personas en Auschwitz.

No menos de 53 empresas estadounidenses tenían conexiones solo con IG Farben. En los juicios de Nuremberg, el juez estadounidense Paul M. Hebert calificó a IG Farben como “uno de los mayores activos de Hitler”.

*No te pierdas la tercera parte de este interesante tema la siguiente semana.

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Redacción Anwo.life