El fruto de la investigación realizada por David Rozado y Musa Al-Gharbi es el recabo de información de 27 millones de artículos, de noticias y opinión, de 47 medios de comunicación que son los más populares de los Estados Unidos, y para un período que va de 1970 a 2019. Medio siglo de artículos resumidos con un criterio efectivo, comprensible, comparable, como es la frecuencia en el uso de las palabras.
Recoger los datos de la investigación de los dos autores revelaba algo que, en sí, debería ser sorprendente: la prensa no se limita a recoger la realidad de la calle, sino que utiliza su propio lenguaje, y lo impone a la sociedad, siguiendo otros criterios.
Un ejemplo claro es la nube de palabras que giran en torno al racismo: “racismo”, “xenofobia”, “supremacismo blanco” y demás. La idea de que la pertenencia a una raza es un rasgo definitorio de un individuo es tan vieja como la propia humanidad. Y, si se le da a “raza” o más bien “etnia” un sentido estrictamente cultural, es indudable que la pertenencia a tal o cual grupo condiciona los saberes, las expectativas y el comportamiento de todos nosotros.
Si la pertenencia a un grupo étnico, en términos culturales, es importante, el descubrimiento o la formulación de la teoría de la evolución por Charles Darwin le otorgó al racismo un nuevo significado, biológico. Y se utilizó como base científica de toda laya de racismos, y de su plasmación política en forma de eugenesia e incluso genocidio. Hay que recordar que ese racismo “científico” y la eugenesia eran propios de lo que a finales del XIX y comienzos del XX se llamaba “progresismo”. Pero esa es otra historia.
Lo cierto es que después de que una rama de ese progresismo socialista triunfase en Alemania, organizase una guerra de enormes proporciones, y la perdiese, ese racismo biologicista, “científico”, perdió gran parte de su predicamento. “Racismo” se convirtió en una palabra maldita en cualquier diccionario, por fortuna. Y, aunque los conflictos interétnicos forman parte de cualquier sociedad compleja, y las nuestras lo son cada vez más, lo cierto es que una parte creciente de las sociedades occidentales fue asumiendo de forma paulatina una ética individualista: no importa tu raza, sino lo que haces. El sueño de Martin Luther King. Ni los atentados del 11S y el acecho del terrorismo islamista le dieron la vuelta a esta situación.
Es decir, que no había una realidad social que justificase que, a partir de 2010, la frecuencia en el uso de esas palabras en los periódicos se multiplicase varias veces. Podría repasar la historia de las relaciones de pareja, y llegaríamos a una conclusión parecida. Sí, después de la II Guerra Mundial ha habido un cambio social importante al respecto. Las mujeres se han incorporado masivamente al ámbito laboral, y eso ha hecho que se replanteen ciertos roles tradicionales de la división del trabajo por sexos. Pero nada justifica un súbito interés por parte de los medios de comunicación en los últimos diez años, o menos.
Es difícil sustraerse a la conclusión de que los medios de comunicación no reflejan la realidad, como el espejo de lo cotidiano, metáfora que incluso ha dado nombre a un periódico británico. Sí, recogen la realidad, pero también la crean. No los hechos, pero sí las ideas que se verán reflejadas en los hechos.
Aún nos podemos retrotraer en las causas, y preguntarnos por qué lo hacen. Yo creo que lo más sencillo, y por ende lo más probable, es que los periódicos recojan las discusiones y posiciones teóricas formuladas décadas antes en las Universidades.
Los autores incluso son capaces de identificar qué medios de comunicación se anticipan en las tendencias que luego serán asumidas de forma general. Aunque la técnica de análisis de datos se llame Prueba Granger de causalidad, no es causalidad lo que muestra, sino simple anticipación. Pero es muy relevante. Y, cómo no, nos encontramos a la vieja dama gris, The New York Times, como uno de los medios que marcan tendencias, junto con Bloomberg y The Washington Post.
Nada en el ámbito social es automático. Hay causas sin efecto, y fenómenos de orígenes complejos y ensombrecidos. Pero eso no quiere decir que, por ejemplo, la decisión de unos cuantos medios de comunicación de inocular ciertos debates que no estaban en la sociedad, no acabe por infectarla. Rozado y Al-Gharbi comparan la incidencia de los términos que denotan prejuicios con otros indicadores que recaban los valores de la sociedad, y muestran que algunas de esas campañas tienen efectos.
En otra rama de la investigación de estos autores se ven otros aspectos de los medios de comunicación muy significativos. Por ejemplo, en los Estados Unidos, la tendencia de los medios de comunicación a hacerse más izquierdista de lo que ya eran comenzó con la llegada de un gran medio de comunicación abiertamente de derechas, pese a elegir como lema “justo y ecuánime”, como es Fox News. Digamos de Fox News rompió la baraja. Se convirtió pronto en la televisión informativa más seguida en los Estados Unidos, y su posición política era claramente de derechas. Aunque no creo que sea la única causa, los autores recogen que puede estar detrás del aumento de la polarización en los medios de comunicación. Unos se refuerzan en el ámbito político de la derecha, y otros en los de la izquierda.
Resulta muy curioso, aunque no sorprendente, que los medios de comunicación que están en el centro, en realidad se refieren a los líderes políticos con los epítetos que eligen los medios de comunicación de izquierdas. Es decir, que también tienden hacia la izquierda. Pero son moderados en sus mensajes, y menos militantes. También se observa que los medios de comunicación a la derecha llegan a perder parte de su identidad, en el uso de las palabras, cuando en sus contenidos incluyen los elaborados por agencias informativas centristas, como Reuters o AP.
Los medios de comunicación no crean la realidad. La pueden condicionar, hasta cierto punto. Pero lo que vemos en este estudio son efectos a corto plazo. La realidad social es compleja, y tiene feedback negativos que hacen que una tendencia en un sentido, aunque sea condicionada por una fuerza tan poderosa como la de los medios de comunicación, acabe encontrándose con su némesis en la propia sociedad.
*José Carlos Rodríguez – disidentia.com
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Redacción Anwo.life