México, Estados Unidos, Australia, Reino Unido y gran parte de los países del mundo, están inmersos en un proceso que los está llevando a convertirse en estados policiales y mucha gente se está preguntando… ¿cómo es que hemos llegado hasta este punto?
La respuesta más fácil a esta pregunta es: “todos hemos permitido que esto ocurriera”. No importa lo brutal que pueda llegar a ser un régimen; lo cierto es que los tiranos nunca llegan al poder a menos que obtengan la aprobación, o al menos, el consentimiento indiferente de su pueblo.
Así que la pregunta correcta sería… ¿cómo es que tantas personas se muestran tan complacientes ante el desmoronamiento de nuestra libertad y ante esta marcha imparable hacia la tiranía?
Al parecer, el número de personas que valoran la verdadera libertad es muy inferior al número de idiotas y adoradores del sistema. Por supuesto, el número de personas que quieren ser libres ha crecido en los últimos años, pero siguen siendo pocos y distantes entre sí en comparación con el exceso de “zombis serviles” que forman esa masa con la que compartimos el mundo.
Hay una verdad muy sucia que la mayoría de la gente no quiere admitir. Y es que la mayoría de las personas aman la libertad, pero sólo como una idea abstracta. Les gusta la idea de que pueden hacer lo que quieran, admiran el arquetipo del individualista independiente y todo el mundo ama a los rebeldes y a los que van a contracorriente. En otras palabras, la gente ama las pancartas y los símbolos de la libertad, pero… ¿están dispuestos a obtener su propia libertad?
Al parecer NO. En realidad, la mayoría no ama la auténtica libertad. Por extraño que pueda parecer, la mayoría de gente realmente lucha por NO tener libertad. Pongamos para esto un ejemplo…
En el año 2000, dos psicólogos, Sheena Iyengar y Mark Lepper, llevaron a cabo un estudio sobre cómo el número de decisiones que afrontamos tienen efectos en nuestro comportamiento. Se fueron a un supermercado y pusieron 24 mermeladas gourmet diferentes sobre una mesa, y las ofrecieron a un dólar, para ver cuánto interés cosechaban entre los compradores. Al día siguiente hicieron lo mismo, pero en lugar de 24 mermeladas diferentes, sólo ofrecieron 6.
¿Cuál fue el resultado? Pues que la exposición de las 24 mermeladas diferentes atrajo mucho más interés, pero la muestra pequeña con tan solo 6 mermeladas, generó unas ventas 10 veces superiores. Tal vez el estudio parezca intrascendente, pero podemos compartir otro caso para aclarar mejor lo que tratamos de exponer.
Sheena Iyengar, por su cuenta, hizo otro estudio sobre las diferencias entre cómo se afronta la muerte en los Estados Unidos y en Francia.
La psicóloga entrevistó a padres de ambos países, que tenían a sus hijos en coma, mantenidos artificialmente en vida con soporte vital. En Francia, el médico toma la decisión de cuándo a un niño debe quitársele el soporte vital y dejarlo morir, mientras que, en los Estados Unidos, la decisión corresponde a los padres.
La psicóloga se entrevistó con todos estos padres un año después de que sus hijos hubieran muerto. Los padres estadounidenses estaban mucho más angustiados por su decisión de quitar el soporte vital a sus hijos y dejarles morir. La mayoría de ellos todavía tenían dudas persistentes acerca de si su decisión fue la correcta o no y la mayoría de ellos se sentían como si hubieran “ejecutado” a sus hijos. Los padres franceses, sin embargo, no se sentían tan mal por la situación. Sobrellevaban la tragedia mucho mejor.
Lo que estamos tratando de decir aquí es que a la mayoría de las personas no les gusta tener opciones de elección, a pesar de que la mayoría digan todo lo contrario.
Así pues, entre más opciones se les da a las personas, y entre más decisiones se ven obligadas a tomar, más probabilidades hay de que no les gusten las decisiones que se vean obligados a tomar. Se despiertan muchas más dudas acerca de si las decisiones tomadas eran o no eran las correctas, lo que lleva a conclusiones bastante anti-intuitivas.
Se puede medir la cantidad de libertad de una persona por el número de opciones que tiene, y la mayoría de las personas dicen amar la libertad, pero en muchos casos las personas son más felices cuando tienen menos opciones, o directamente, cuando no tienen ninguna opción y no se ven obligados a tomar ninguna decisión.
Parece que la mayoría de la gente simplemente es más feliz sin libertad, lo cual es muy lamentable y triste. Por esa razón, hay tantas personas que aceptan la tiranía, el caso latinoamericano es un claro ejemplo, y eso siempre será un problema para la especie humana. La razón es simple: la tiranía es mucho más fácil de sobrellevar que la libertad. Significa “renunciar a la ardua labor de tener que tomar decisiones”.
La tiranía te permite quitarte de encima el peso de la responsabilidad sobre tus decisiones y entregarle ese peso, esa responsabilidad, a otra persona. La mayoría de las personas son más felices cuando no tienen una elección, y ni siquiera se dan cuenta de ello.
Sin embargo, hay otra manera de ver este extraño comportamiento humano. Hubo otra conclusión interesante que se pudo sacar del estudio psicológico antes mencionado. Los padres estadounidenses que habían elegido quitar el soporte vital a sus hijos enfermos, todavía lamentaban su decisión. Pero cuando se les preguntó si habrían actuado de otra manera, la mayoría de ellos afirmó que volverían a tomar la misma decisión. Su decisión los hizo infelices, sabían que los hacía infelices, pero cuando se les preguntó si habrían dejado esa decisión en manos del médico, todos dijeron que no.
Y este es precisamente un ejemplo de personas que realmente aman la libertad en sí misma, y no sólo la visión optimista y abstracta de la libertad, como algo inconcreto y propio de un cuento de hadas. Los que realmente aman la libertad, están dispuestos a afrontar la dolorosa lucha de tener que tomar decisiones duras en la vida, y prefieren eso a la felicidad ignorante que conlleva no tener otra opción. Sin embargo, esa opción, esa decisión, sólo era aplicable a esa situación en particular.
Acaso… ¿esos mismos padres preferirían también tener todas las opciones de decisión en todos los demás aspectos de su vida? Por desgracia, este tipo de personas son una rara especie hoy en día.
Si pudieras preguntarles a todas las personas del mundo acerca de su ética y sus creencias políticas, probablemente encontraríamos una gran variedad de puntos de vista, pero la mayoría de personas tendría una cosa en común: siempre habría alguna parte de su vida a la que estarían dispuestos a renunciar en pos de una “autoridad superior”, y esa parte sería diferente en función de su ideología.
La mayoría de la gente, realmente no quiere disponer del “paquete completo” de libertad. La especie humana siempre se tambalea al borde del abismo de la tiranía, porque hay una debilidad inherente en nuestra especie. Somos felices cuando no tenemos tantas opciones (o libertad) y eso nos lleva a aceptar fácilmente cualquier tipo de tiranía.
Se necesita toda nuestra fuerza y fibra moral para elevarnos por encima de esta tendencia, porque nos rendimos a la tiranía, definida como la falta de opciones de elección en nuestras vidas, por simple comodidad. Es nuestra inclinación natural.
Esta debilidad y apatía, que conduce a la ignorancia, la violencia y el odio, también destruye la libertad. Y los elitistas políticos y financieros del mundo quieren que todos cedamos a nuestra debilidad y caigamos presa de los instintos más bajos. Ellos quieren que nos demos por vencidos, que bajemos la cabeza y nos conformemos. Quieren que todos nosotros anhelemos una vida sencilla, donde las decisiones trascendentes, las tome otra persona.
En definitiva, quieren que seamos esclavos. Y tú… ¿realmente quieres ser un esclavo?
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Y recuerda… «No asumas NADA, cuestiona TODO».
Redacción Anwo.life
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