Actualmente, se cree que sólo hay más unos 1,400 millones de hectáreas de tierras potencialmente aptas para la producción agrícola en todo el mundo. Según muchos expertos occidentales, actualmente las tierras explotables agrícolamente representan una inversión de negocio altamente rentable, por lo que en los próximos años se prevé que varios países invertirán cerca de 150 mil millones de dólares tan solo en comprar tierras agrícolas.
Entre las razones para este tipo de maniobras de inversión, está la predicción de un aumento constante de los precios de los alimentos. Por ejemplo, se espera que, en un par de años, el precio del trigo y el de la cebada aumentarán en promedio un 50% y el costo del girasol se duplicará.
En este sentido, la compra de tierras agrícolas fuera del territorio nacional ya ha sido elevado a la categoría de política de Estado en varios países. En particular, es habitual en los Estados del Golfo Pérsico, China, Corea del Sur, India, Japón, Estados Unidos, México y otros países. Por lo tanto, los jeques árabes son muy conscientes de que solo serán capaces de vivir del “oro negro” tan sólo un par de décadas más, durante los cuales el petróleo puede perder su posición como fuente de energía más importante y por lo tanto, están preparando planes de contingencia con antelación, comprando tierras agrícolas.
Probablemente, el territorio más atractivo en términos de transacciones de bajo costo para la venta de tierras, había sido África hasta hace poco. Sin embargo, se está produciendo un auténtico “boom” en compra de tierras en Ucrania, que actualmente está inmersa en una profunda crisis financiera y económica. Las consecuencias de estos males que azotan a Ucrania son precios bajos, ausencia de legislación del suelo para proteger los derechos e intereses de la población local y bajos costos de producción, mismos que resultan altamente atractivos para los compradores potenciales.
Se estima que hoy en el continente africano solamente los extranjeros poseen o arriendan más de 60 millones de hectáreas, que es un área dos veces más grande que el tamaño de Gran Bretaña.
Por regla general, el costo de alquiler de la tierra en África es puramente simbólico. En particular, en Etiopía la tasa es de 1.2 dólares por hectárea al año. Así pues, la compra de la tierra es barata también, hasta 20 o 30 dólares por hectárea.
Africanos desplazados por las corporaciones
En los últimos años la tierra en África ha empezado a ser adquirida por los países desarrollados de occidente, y los pioneros en esta práctica fueron Alemania y los Estados Unidos. En general, las empresas de estos países hacen crecer cultivos Genéticamente Modificados y palma aceitera, de la que extraer aceite de palma para elaborar biodiesel. Por su parte la empresa norteamericana Monsanto, líder en la producción y distribución de productos Genéticamente Modificados, ha sido particularmente activa en este sentido.
Incluso las universidades de Estados Unidos se han convertido en propietarias de tierras en África: Harvard, Vanderbilt y muchas otras universidades estadounidenses están comprando tierras en África a través del mediador londinense Emergent Asset Management.
Por ejemplo, la Universidad de Iowa, junto con la empresa estadounidense Agrisol, ha iniciado recientemente un proyecto en Tanzania por un valor de 700 millones de dólares, que ha provocado que 162,000 residentes africanos hayan sido desplazados de sus viviendas en áreas de Katoomba y Misam.
Dado el nivel insostenible de la corrupción en las agencias del gobierno de los Estados Unidos, a menudo estos nuevos “propietarios” de tierras son estadounidenses que han utilizado su posición e influencia para este fin.
Por ejemplo, el ex embajador de Estados Unidos en Sudán, Howard Eugene Douglas, fundó Kinyeti Development Company, una empresa ubicada en Texas, que se convirtió en dueña de 600,000 hectáreas en este país africano. Resulta notable que Douglas, al empezar con la compra de tierras, estuviera desempeñándose como coordinador de refugiados en Sudán; es decir, él mismo multiplicaba el número de refugiados, al haberlos expulsado de la tierra que ahora es propiedad de su compañía.
El nuevo colonialismo
Hoy en día la adquisición de tierras se lleva a cabo a gran escala y para un observador casual, es un proceso que pasa bastante desapercibido, ya que no se trata de una maniobra centralizada. A menudo, el proceso de compra de tierras no se anuncia y se produce en virtud de negociaciones en la sombra, ya que en muchos países está prohibida la venta de tierras a extranjeros. En tales casos, se crean “joint ventures”, empresas conjuntas formadas por locales que ejerce de testaferros y extranjeros, que permiten eludir las leyes de prácticamente cualquier país. En última instancia, la compra de tierras revelará su verdadero sentido: el colonialismo.
Si antiguamente las colonias se creaban por la fuerza, con el objetivo de apoderarse de los territorios y de sus recursos, hoy en día es suficiente con comprarla a bajo precio, pero el resultado sigue siendo el mismo, a los propietarios originales se les arrebata el control de su propia tierra.
En el caso de Ucrania, de acuerdo con la Inspección del Estado para el control y uso de la tierra en este país, a raíz de los “consejos de Occidente sobre la privatización de la propiedad estatal”, el 75% de la tierra cultivable, de un total de 33 millones de hectáreas de tierras agrícolas, ya son propiedad privada.
Después de todo, las nuevas autoridades de Kiev fueron empujados en esta dirección por “The New York Times”, que escribió hace unos años que “el renacimiento de Ucrania puede comenzar con la industria agrícola; lo único que necesitan es eliminar los obstáculos innecesarios y a continuación, como se suele decir, las inversiones vendrán solas”.
Las explotaciones agrícolas estadounidenses incluyen, en primer lugar, a Monsanto, compañía criticada en muchos países, uno de los mayores productores de semillas genéticamente modificadas de todo el planeta. Esta empresa ya ha anunciado una inversión de varios millones de dólares en el sector agrícola en casi todo el mundo. Lo mismo sucede con otro productor norteamericano, el Cargill Agrarian Holding.
Mientras tanto, las organizaciones financieras de occidente, en particular el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, al vincular los intereses del capital occidental con la prestación de nuevos préstamos a las autoridades de los países subdesarrollados, han establecido sus condiciones: dinero a cambio de que reducir el control estatal en el sector agrícola, incluyendo el volumen de negocio de los transgénicos.
Como resultado, algunos inversionistas extranjeros se convertirán en los propietarios directos de las empresas agrícolas de cada uno de estos países.
Así pues, los grandes poderes financieros del mundo influyen en los Gobiernos de los países y se preparan para adueñarse a toda prisa de los recursos básicos, como es el caso de la tierra y el agua.
Lamentablemente, el futuro se está dibujando ante nuestros ojos de forma cada vez más clara, regresando al esquema económico del cual partimos: el “Feudalismo”.
Y recuerda… No asumas nada, cuestiona TODO.
Redacción Anwo.life