Según el cofundador de BioNTech, el Dr. Ugur Sahin, la vacuna COVID-19 que diseñó para Pfizer se diseñó en solo unas pocas horas, es decir, en un solo día: el 25 de enero de 2020. Esto según The Journal, un podcast de Gimlet y The Wall Street Journal.

Ninguna otra vacuna en la historia se ha creado y fabricado con tanta rapidez. Anteriormente, la vacuna más rápida jamás desarrollada requería más de cuatro años.

Al respecto, un portavoz de BioNTech confirmó a Business Insider que Sahin, quien fundó la empresa con su esposa, Özlem Türeci, hizo un «diseño preliminar durante un fin de semana».

Incluso, la vacuna contra el coronavirus de Moderna también tardó poco tiempo en diseñarse: sólo dos días.

La razón por la que ambas vacunas se diseñaron tan rápidamente fue por la tecnología en la que se basan: ARN mensajero o ARNm.

La Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (FDA) nunca antes había aprobado una vacuna o tratamiento a base de ARNm. Sin embargo, gracias a la presión política, ahora la agencia ha otorgado autorización a las vacunas basadas en ARNm de Pfizer y BioNTech diseñadas en un día por primera vez.

El ARN mensajero es material genético que le dice a las células cómo producir proteínas. Estas vacunas contra el coronavirus funcionan inyectando una pequeña porción de ARNm del coronavirus en el cuerpo. Ese ARN codifica la proteína de pico del virus, que es lo que le ayuda a adherirse e invadir las células. Eso es también lo que los anticuerpos apuntan y neutralizan.

Anteriormente, las vacunas contenían una versión muerta o debilitada de un virus.

Los inconvenientes de la vacuna de Pfizer y BioNTech, además de que se ha producido en tan poco tiempo, también exhiben muchas interrogantes sobre su breve período de prueba y los efectos secundarios.

Recientemente, investigadores de la Universidad de Miami han recomendado a los hombres que se realicen una evaluación de fertilidad y consideren congelar su esperma antes de recibir la vacuna COVID para proteger su fertilidad.

Mientras tanto, según un nuevo informe de los CDC, casi 3,150 personas a las que se les administró la vacuna COVID-19 quedaron paralizadas: «no podían realizar sus actividades diarias normales, no podían trabajar y requerían atención de un médico o profesional de la salud».

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